El trastorno de la Conducta Disruptiva (TDC) es un trastorno del comportamiento repetitivo y persistente caracterizado por la presencia de actitud o conducta desafiante, falta de control sobre los impulsos y las emociones, pudiendo presentar agresión, destrucción cosas, entre otras. Suelen tener problemas con las figura de autoridad (Rabadán y Giménez, 2015; Sauceda, s.f.).
Constituye uno de los trastornos más común en la infancia y adolescencia, se presenta con mayor frecuencia en hombres que en mujeres.
Todo niño puede mostrarse desafiante o desobediente en cualquier momento de su desarrollo evolutivo, sin embargo cuando esta conducta se vuelve recurrente y afecta al ámbito personal, familiar y social del individuo puede tratarse de síntomas de un trastorno de conducta (Rabadán y Giménez, 2015; Sauceda, s.f. y De la Peña y Palacios, 2011).
De acuerdo al DSM-IV dentro de estos trastornos se encuentran: El trastorno negativista desafiante (TDD), El trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), el trastorno disocial (TD) y el trastorno explosivo intermitente (TEI) (Rabadán y Giménez, 2015).
Síntomas del trastorno de conducta disruptivo, del control de los impulsos y la conducta
Los niños con este trastorno aprenden a manipular a los padres o cuidadores principales, generando en ellos desesperación por lo incomodo del berrinche hasta el punto de complacerlos a cambio del cese del mismo. Mediante este comportamiento buscan obtener atención, aprenden a salirse con la suya, en definitiva, obtener lo que quieren (Rabadán y Giménez, 2015; Sauceda, s.f.).
Es por ello que las manifestaciones conductuales de este trastorno normalmente se dan en el contexto frecuente del niño, es decir ante los padres, maestros, o cualquier figura de autoridad. Entre ellas están:
- La agresividad verbal y física
- El acoso escolar
- La conducta oposicionista o desafiante
- Mentiras
- Llanto
- Gritos
- Niveles elevados de tensión
Causas del trastorno de conducta disruptivo, del control de los impulsos y la conducta
Existe una interrelación entre factores psicológicos, biológicos y ambientales en el desarrollo de este trastorno.
A nivel neurológico se ha encontrado que los niños diagnosticados con este trastorno presentan una baja actividad del sistema nervioso autónomo, lesiones cerebrales, exposición a consumo de alcohol durante la gestación, bajo peso al nacer, entre otros. Asimismo presentan bajos niveles de dopamina, neurotransmisor relacionado principalmente con la recompensa ante estímulos placenteros y el humor; también presentan niveles elevados de serotonina, la cual en exceso se relaciona con la agresividad (Rabadán y Giménez, 2015; Sauceda, s.f. y De la Peña y Palacios, 2011).
A nivel psicológico puede estar asociado a trastornarnos psicológicos como déficit de atención o trastornos del aprendizaje. Presentan baja tolerancia a la frustración, impulsividad, deficiencias para la resolución de problemas, alteraciones del estado de ánimo y del pensamiento. Normalmente se enojan y no comunican él porque. Entre otros (Rabadán y Giménez, 2015; Sauceda, s.f.).
Por su parte, a nivel ambiental o familiar se observan niños con estilo de crianza disfuncional, con abuso de disciplina o por el contrario muy permisivo. Suelen pertenecer a familias numerosas, con padre o madre ausente, deficiencia en la supervisión de los padres, suelen estar expuestos a sustancias como el alcohol o drogas, agresión familiar, madres adolescentes, y otros (Rabadán y Giménez, 2015; Sauceda, s.f.).
Tratamiento del trastorno de conducta disruptivo, del control de los impulsos y la conducta
Teniendo en cuenta que este trastorno está altamente vinculado al contexto en el que se desenvuelve el infante ya sea la familia, los pares o la escuela, la intervención no puede llevarse a cabo fuera de estas áreas, es decir, se necesita un abordaje multidisciplinar que involucre la atención de psicólogos, maestros, trabajadores sociales, y de ser necesario especialistas en psiquiatría, de manera que se cuente con diversos puntos de vistas sobre el problema a tratar (De la Peña y Palacios, 2011).
El acompañamiento psicológico y de otras disciplinas, resulta ser altamente efectivo para el manejo de este tipo de trastornos, principalmente porque se ven involucrados diversos factores como, el comportamiento, el manejo de las emociones (fisiológicos) y distorsiones del pensamiento (cognitivo), que es precisamente el foco de interés del modelo cognitivo conductual, pues busca que las personas puedan identificar cada una de estas manifestaciones para posteriormente modificarlas por unas más funcionales, es decir, que le permitan afrontar la situación problemática de forma eficaz, mejorando significativamente la calidad de vida del niño y su entorno cercano (familia y escuela).
Ente las técnicas más empleadas están:
- Economía de fichas: Es una de las técnicas psicológicas de modificación de conducta más utilizada en niños. Se rige por los principios del condicionamiento operante, sostiene que siempre que una conducta sea seguida de una recompensa, se incrementa la probabilidad de ocurrencia de la misma. Busca instaurar la conducta deseable, en este caso que el niño ante una situación que le cause molestia en lugar de llorar, gritar, mostrar actitud o conducta desafiante, se muestre pasivo, con bajos niveles de tensión, evite llorar o gritar. Cada vez que el niño emita la conducta deseable recibirá una ficha (puede ser una estrella, puntos, o cualquier objeto) que luego será cambiado por refuerzo o premio previamente pautado. De esta manera el niño aprende a realizar la conducta deseada, al mismo tiempo que disminuye la presentación de la conducta problema. Puede aplicarse tanto en el hogar como en la escuela (Soler y Cols, 2009).
- Autocontrol: Es una técnica utilizada en trastornos de control de impulsos, pues permite suprimir determinadas conductas indeseables o problemáticas y en su lugar mostrar un comportamiento más funcional. Esta técnica puede ser aplicada a niños, mediante la estrategia de la tortuga, que busca básicamente que el niño logre controlar sus propias conductas disruptivas en lugar que sean contralados por el exterior, enseñándole a expresar y ejecutar sus necesidades de forma apropiada haciendo uso de la relajación y respiración (Schneider y Robin, s.f.).
- Comunicación asertiva: Es una técnica que busca lograr en la persona afectada un tipo de comunicación mediante la cual pueda expresar sus sentimientos, emociones, necesidades o molestias de una manera adecuada, esto incluye el uso de palabras acordes, gestos verbales y no verbales adecuados a la situación y buen tono de voz. En este caso, los niños normalmente se molestan, gritan, lloran e intentan resolver la situación con una actitud o conducta desafiante sin comunicar el porqué de su molestia. Es por ello que esta técnica puede ser útil para trabajar este trastorno (Golfried, y Davinson, 1981).
En caso de no mostrar resultados con el empleo de las técnicas cognitivo conductuales se recomienda el asesoramiento de un especialista en psiquiatría infantil, ya que puede tratarse de un problema de base biológica. En estos caso se han utilizado medicamentos como: Prozac, Sertraline, Paxil, Citalopram y Lexapro. La dosis y la frecuencia se ajustan de acuerdo a la edad del niño.
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